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Literatura & PsicoanálisisLiteratura & Psicoanálisis

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17 / 01 / 2023

Entre el tiempo del miedo y el Puente Pawana

Hace mucho que no me amanecía leyendo un libro.

 
Aquella época de juventud en que la pasión por leer postergaba cualquier responsabilidad del día siguiente, la sentía ya lejana.

 

Pero “El año del viento” de Karina Pacheco Medrano, me devolvió esa experiencia. El sentimiento de no poder parar, la urgencia por conocer lo que viene, el tránsito de la ternura al nudo en la garganta, la vivencia del libro que se cierra y la certeza de que ya no se puede ser la misma.

 

Me vi atrapada en su historia. En esa historia que es también mi historia.

 

Soy contemporánea a Bárbara, una de las tres protagonistas de esta novela notable. Viví el mismo tiempo de ella, desde un lugar muy diferente. Y ponerse en el lugar del otro, es algo que los peruanos históricamente evadimos.

 

Todos los peruanos que vivimos aquel tiempo del miedo, sentimos el terror, la fractura y la guerra desde diversos lugares. Pero esa diversidad no logra aún unificarse, ni repararse y seguimos, todavía, sintiéndonos ajenos. El relato va y viene en el tiempo, un tiempo que no cambia y nos encuentra igual de escindidos.

 

La novela nos deja preguntas, preguntas que venimos evadiendo por años, preguntas que no son fáciles de responder pero que es urgente que nos hagamos.

 

La narradora, la Nina niña ya adulta, regresa a mirar su historia. Vuelve a su país a buscar respuestas, a intentar entender, a enfrentar lo que antes no pudo; y en su búsqueda nos alienta a que hagamos cada uno, desde nuestro lugar, lo mismo.

 

Nina se enfrenta a sus recuerdos, a su vivencia con dos mujeres entrañables, a la vitalidad de ambas y al horror también. Al horror de la violencia con todos los matices en que esta se expresa, pero también a la esperanza. A una esperanza que solo puede surgir si dejamos de repetir la violencia de la que todos somos capaces.

 

“El año del viento” nos enseña que hay puentes, como el Pawana en el que, a pesar de la destrucción, uno puede volar al encuentro del otro.

 

“El año del viento” rescata la necesidad de la ficción, de aquella ficción que nos enrostra en la cara lo que también somos. Porque entramos a la ficción desprevenidos, indefensos (in-defensos). Nos entregamos a la historia sin las defensas conocidas con las cuales negamos, evitamos y huimos de lo que no queremos enfrentar. 

Y es por eso, que luego de la historia de Nina, de Bárbara y de su abuela Bernarda, uno sale transformado.

 

“El año de viento” nos pregunta si elegiremos la prevalencia del tiempo del miedo o si, por fin, apostaremos por ganarle a los puentes rotos y rememorar al Pawana.

 

“El año del viento” es poesía, es armonía, es canto, es odio y es muerte. Es enfrentar lo que intentamos no mirar. Es acercarnos a conocer los procesos que nos pervierten, que nos deshumanizan. Y también a sus posibles causas y razones. Es recuperar el sentido de mirarnos. De conocer nuestra historia, de ser conscientes del lugar en que la vivimos y de las diferentes circunstancias en la que los otros la viven.

 

“El año del viento”, nos convoca a mirar a los otros y a nosotros.
Y en ese mirarnos, gestar un encuentro que haga posible escribir una nueva historia.